Zoroastro, “el hombre de los camellos viejos” también conocido como Zaratustra, fundó una nueva religión basada en la adoración de una deidad suprema que se levanta en el firmamento como el Sol Naciente. Fue un profeta persa, creador del mazdeísmo o zoroastrismo, un culto que veneraba al Dios Supremo Aura Mazda u Ormuz («el Señor Sabio»), acompañada de los seis espíritus de la verdad, la justicia, el orden, la docilidad, la vitalidad y la inmortalidad.
Zaratustra o Zoroastro, como se le conocía en la Grecia clásica, si aceptamos la tradición zoroástrica tardía, vivió "258 años antes que Alejandro" lo que sitúa la vida del profeta persa entre el 626 y el 551 a.C. Otras investigaciones, sitúan su periodo vital alrededor del año 1000 a.C. Su ubicación geográfica también presenta incertidumbre, aunque se le ubica principalmente en Ragâ, cerca del mar Caspio. Pese a todo, aun de haber vivido un milenio a.C. y no pertenecer su figura a los siglos VI y V, el establecimiento de su doctrina y la noción del sistema dualista sí pertenecen a estos siglos.
El Zoroatrismo es una fe dual pues contempla y respeta las fuerzas de la luz y la oscuridad, empezando por las creencias de que el Dios Supremo Ahura Mazda que se encargaba de la justicia, el orden y de otorgar el bien. Tenía un opositor, el Dios del Desierto Ahriman que se ocupaba de los aspectos negativos del mundo y de las pasiones mezquinas en los hombres. Aun así, los zoroatristas suponen que los individuos son libres de elegir entre el bien y el mal, pero que existe un imperativo moral, una conciencia para conducirse de forma justa y que las fuerzas del bien de Ahura Mazda acaban por imponerse siempre; la creencia en la vida después de la muerte traduce esta confianza de los fieles a este credo en el triunfo de las fuerzas del bien sobre el mal.
Zoroastro redactó unos cánticos llamados “gathas”, que constituyen el componente más antiguo del Avesta o libro sagrado del zoroatrismo. Luchó contra la religión politeísta dominante en el mundo indo-iraní y consiguió convertir a un príncipe de la región periférica de Asia central llamado Vishtaspa, que le protegió y facilitó la extensión del credo. Y cuando la región fue incorporada al imperio persa -en la época en que murió Zoroastro- su religión comenzó a extenderse por un espacio mayor, siendo adoptada por los emperadores Aqueménidas.
La expansión del zoroatrismo entre los persas hizo que se convirtiera en religión oficial bajo la dinastía Sasánida (siglos III-VIII), después del periodo helenístico, en el cual había retrocedido frente a la influencia cultural griega. Ante la islamización del Irán, algunos de ellos se refugiaron en la isla de Ormuz (golfo Pérsico) y en la India (los parsis), donde perviven comunidades de esta religión (además de las que han sobrevivido en el propio Irán).
El zoroastrismo es una religión que nació en el área mesopotámica y se extendió sobre Medio Oriente, por el actual Irán entre el segundo y el primer milenio antes de Cristo. Desde entonces ha pervivido hasta nuestros días en ciertas partes de Irán muy presionada por el Islam y sobre todo en la India, donde existe una gran comunidad en el área de Bombay de descendientes persas que huyendo de las persecuciones del Islam se establecieron en esa zona y han mantenido su tradición hasta hoy. Esta comunidad recibe el nombre de parsis y se le asocia popularmente con el culto al fuego.
Habìamos dicho que el zoroatrismo se basa en la oposición de dos fuerzas, el Bien y el Mal, teniendo como deidad cabecera al Dios Ahura Mazda y a su rival el Dios Ahriman, el primero, es a la vez padre de los espíritus gemelos Speanta Mainyu, espíritu benefactor y Angryu Mainyu que es un espíritu destructor.
Las religiones abrahámicas han tomado muchas referencias del zoroatrismo, por no decir que han copiado deliberadamente, para crear sus cultos. Sobre todo, la organización de cada panteón. Un Dios creador que permite el libre albedrío y la vida después de la muerte.
El zoroatrismo centraba su fe en el respeto hacia las fuerzas de la naturaleza, alimentaban el fuego (Sagrado Atrushan) para comunicarse con los espíritus, pedir o dar las gracias. Su asociación con el fuego es muy estrecha, es el símbolo principal de su religión. Sus oraciones, conspiraciones y alabanzas se efectuaban siempre delante de una fogata o una fuente de luz natural. El respeto hacia los elementos eximía y prohibía ensuciarlos por esta razón los muertos no se incineraban. Tampoco los enterraban, ni los arrojaban a los ríos pues estas acciones insultaban a los espíritus de la naturaleza. Los cadáveres de sus muertos eran depositados en unas plataformas que se conocen como "las torres del silencio" y ahí eran dejados hasta que los animales devoraran sus restos, recogiendo los familiares posteriormente los huesos y enterrándolos en contenedores cerámicos u otros materiales que los aísle de la tierra.
El valor central de la fe era el libre albedrío del ser humano. Si uno sigue los preceptos de Ahura Mazda, se vive una vida satisfactoria; si no, uno se ve enredado en el engaño y se sufre el conflicto y la confusión. Desde los Cinco Principios como base para las propias decisiones, la fe se expresaba a través del cuarto: la bondad se manifiesta mediante los buenos pensamientos, las buenas palabras y las buenas obras, eso se lleva a la práctica a través de lo siguiente:
Diciendo siempre la verdad, especialmente cumpliendo las promesas
Practicando la caridad con todo el mundo, especialmente con los menos afortunados
Mostrando amor a los demás, incluso sin que sea correspondido
Con moderación en todo, especialmente en la dieta
Aunque hay evidencias de los esfuerzos de proselitismo por parte de sus seguidores, tras la misión inicial de Zoroastro, la fe se difundió por medio del comportamiento virtuoso de los creyentes, que se adhirieron a los tres valores centrales de conducta:
Hacer que los enemigos sean amigos
Hacer que los malvados sean honestos
Hacer que los ignorantes aprendan
El zoroastrismo no nació en las elites del pensamiento de los principales núcleos de población sino entre los pastores sedentarios de la zona. De hecho, algunos investigadores consideran a Zaratustra la figura típica de una antigua civilización agrícola y pastoril. Su misión profética comenzó con el intento de renovación religiosa. En nombre de Ahura Mazda (el sabio señor) se pronunció en contra de las creencias hasta ese momento vigentes y custodiadas por unos sacerdotes herederos de la tradición aria. Pronto se vio agraviado por una fuerte oposición, lo que le obligó a abandonar aquellas tierras y refugiarse en la corte de Vishtaspa, jefe de la tribu Fryana. Aquí, parece ser que Zaratustra tuvo el apoyo necesario para llevar sus enseñanzas muy lejos provocando cambios sociales importantes que también encontrarían eco, con el paso de los siglos, en todo Medio Oriente.
El Zoroatrismo y el más allá:
Si uno vivía de acuerdo con esos valores, lograría no solo llevar una vida buena y productiva, sino que sería recompensado en el más allá. Al nacer, el propio espíritu superior (fravashi) envía al alma (urvan) al interior del cuerpo para experimentar el mundo material y escoger entre el bien y el mal. Al morir, se creía que el alma se quedaba en la tierra durante tres días, cerca del cuerpo, y se ponía un perro en la habitación para espantar a los malos espíritus y proteger el alma, mientras los dioses evaluaban la vida del fallecido.
Tres días después, el urvan se volvía a reunir con su fravashi y viajaban al Puente Chinvat, que se alzaba sobre el abismo entre los vivos y los muertos, donde se encontraban con los dos perros que lo vigilaban. Estos darían la bienvenida a las almas justificadas y rechazarían a las malas. El alma se encontraría, a continuación, con la Doncella Sagrada, Daena, representante de la conciencia del difunto. Para el alma justa, aparecería como una bella doncella; para la condenada, sería una mujer de ultratumba. Daena consolaría a las almas recién llegadas y las conduciría al puente, donde serían protegidas del ataque demoníaco por el ángel Suroosh.
El puente se ensancharía, dando la bienvenida a las almas justificadas, y se estrecharía, haciendo difícil el acceso de las condenadas. Suroosh guiaría al alma hasta el ángel Rashnu, juez honesto de los difuntos. Las almas cuyas obras buenas y malas estuvieran equilibradas, iban al Hamistakan, una especie de purgatorio, donde permanecerían hasta el fin de los tiempos y el día de la resurrección, en el que se reunirían con Ahura Mazda. Las que habían vivido de acuerdo con la luz, iban al paraíso de la Casa de la Música; las que no, eran arrojadas desde el puente al infierno de la Casa de las Mentiras, donde serían atormentadas en la oscuridad y se sentirían siempre solas, independientemente de cuántas otras hubiera en las proximidades. Había cuatro niveles ascendentes de paraíso, el más alto en compañía del propio Ahura Mazda, y cuatro niveles descendientes de infierno, el inferior el de la oscuridad completa.
Sin embargo, aunque uno fuera a parar al nivel más bajo del infierno, no era un castigo eterno. Ahura Mazda, como la Bondad Última, no dejaría a ninguna de sus creaciones en sufrimiento eterno y, en su momento, llegaría un mesías – el Saoshyant (“El que trae el bien”) – que llevaría el Frashokereti (Fin del Tiempo), en el que todas las almas se reunirían con Ahura Mazda en una reunión jubilosa, incluso si estaban en el infierno más oscuro, y Angra Mainyu sería destruido.
Ritos y rituales:
Los adeptos eran conocidos no solamente por sus actos cotidianos sino también por el culto ritual a Ahura Mazda, a través de la celebración conocida como el yasna, cuyo objetivo era dar testimonio del asha (verdad, orden), resistir a la mentira (druj) y fortalecer la voluntad de los creyentes de luchar contra las fuerzas de la oscuridad. El mundo estaba lleno de espíritus invisibles, tanto buenos como malos: los ahuras (buenos) y los daevas (malos), y había que estar siempre atento a ellos y tomar precauciones o escuchar con atención; el yasna animaba a hacerlo así.
Esos rituales siempre incluían el fuego, el último elemento sagrado creado, y el agua, que representaba la sabiduría y que estaba entre los primeros. Se mantenía un fuego encendido en un altar conocido como Templo de Fuego y un sacerdote oficiaba, recitando las palabras sagradas y ofreciendo plegarias en presencia de la llama sagrada. Al finalizar la ceremonia, se honraba al agua con el rito del ab-zohr, una ofrenda para purificar las aguas del mundo y reparar cualquier daño sufrido.
No existía ninguna ceremonia funeraria similar a las de otras culturas, porque no se consideraba decoroso mostrar un dolor excesivo. La muerte era parte natural de la vida y las ceremonias funerarias se llevaban a cabo con tranquilidad y moderación. Se cuidaba del cuerpo en casa, con un rito especialmente importante, el sagdid (“el vistazo del perro”), en el que se introducía un perro en la habitación para espantar a los malos espíritus y, a nivel práctico, asegurarse de que la persona estaba muerta y no en estado de coma. Una vez completado el ritual, se preparaba el cuerpo y se sacaba de la casa, dejándolo expuesto a los elementos en unas estructuras llamadas Torres del Silencio, porque inhumarlos en tierra no se consideraba saludable. Una vez que la carne había sido devorada por varios carroñeros, se enterraban los huesos.
Esos rituales se llevaban a cabo de acuerdo con la escritura, las costumbres y las creencias zoroástricas. Los textos centrales son:
El Avesta
El Denkard
El Bundahishn
El Avesta contiene los Gathas (17 himnos atribuidos al propio Zoroastro), el Yasna (textos litúrgicos) y el Visperad (una parte separada del Yasna). Fue escrito durante el reinado de Sapor II (del 309 al 379 d. C.) y revisado y codificado bajo el de Kosrau I (del 531 al 579 d. C.). El Vendidad, considerado por algunos como parte del Avesta, es el código eclesiástico, el Denkard una colección de creencias y costumbres, y el Bundahishn trata de cosmología y cosmografía.
Legado a través de los Siglos:
Los conceptos de esos textos se transmitieron de forma oral a lo largo de los siglos, antes de ser escritos y, durante ese tiempo, aunque las dinastías gobernantes de los diversos imperios adoptaron el zoroastrismo, no impusieron esa creencia entre sus súbditos. La libertad de creencia y la tolerancia con otras religiones fueron elementos centrales en la visión de Ciro el Grande, mantenidos por sus sucesores, los partos, y adoptados totalmente por los sasánidas, aunque hicieron del zoroastrismo la religión del estado.
La libertad de pensamiento religioso durante el período sasánida viene ejemplificada por el desarrollo de la llamada "herejía" del zorvanismo, una rama del zoroastrismo, que proclamaba al Tiempo (Zorvan) como ser supremo y a Ahura Mazda como un ente creado. Según esta visión, Ahura Mazda y Angra Mainyu eran hermanos gemelos de igual poder que se enfrentaron, pero finalmente fue el Tiempo el que lo dictaba todo. Como el Tiempo no podía ser aplacado, el zorvanismo promovió una visión fatalista de la vida, en contra del valor central del libre albedrío de los zoroástricos, aunque no hay evidencias de persecución de los zorvanitas.
El primer ataque contra la tolerancia religiosa vino de los cristianos en el siglo IV d.C., quienes sacaron los fuegos sagrados de los templos y predicaron contra el zoroastrismo como una fe falsa. En ese momento, no contaban ni con el poder ni con los suficientes seguidores para hacer mucho más, pero los árabes musulmanes que los invadieron en el siglo VII d.C., sí que los tendrían. Los templos zoroástricos de fuego, los altares y las bibliotecas fueron destruidos, y los zoroastras obligados a convertirse al islam, huir de sus casas o continuar profesando su fe en secreto. Los expertos apuntan a este período al hablar de la enorme pérdida cultural como la de los textos zoroástricos que podrían haber explicado el origen del mal.
El zoroastrismo sobrevivió entre los parsis en la India (adonde huyeron los refugiados de la invasión musulmana) y entre la gente de Irán que lo mantuvo vivo, y todavía es practicado en todo el mundo en la actualidad.
Espero les haya gustado
S'.'A'.'
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